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¿Tienes miedo a situaciones sociales?

¿Te da vergüenza hablar en grupo y ser por un momento el centro de atención?



¿Te preocupa lo que puedan pensar? ¿Te pones rojo/a como un tomate?


¿Piensas durante una conversación lo ridículo/a que puedes estar pareciendo?


¿Por qué te ocurre esto?


La ansiedad, que proviene de la emoción miedo, tiene una función en ti: la de avisarte de algún peligro. Esto es lo que pasa cuando te sientes incómodo/a en situaciones sociales.


En principio ese temor te ayuda. Sí, has leído bien.


Sentir miedo implica protegerte ante un peligro, y si ese peligro es una valoración negativa de los demás, el miedo hace que evites determinadas situaciones en las que tu mente crea que puedes quedar en ridículo, esquivando así un evento que te genera malestar.


El temor a lo que piensen los demás, es decir la vergüenza, te limita de alguna forma y te permite controlar-regular tu comportamiento en público adaptándolo a la situación y según las normas sociales establecidas.


Imagina que estás en una reunión de trabajo en la que tienes que exponer un proyecto importante y hay varios jefes escuchándote. Si no experimentaras vergüenza y, por ejemplo, viniera a tu mente una situación graciosa, podría suceder que rompieras a reír a carcajadas sin control delante de todos y que tras ello, te despidan del trabajo por haber causado una mala impresión.


En este caso, el miedo te ha protegido de cometer un error y ha evitado que te pongas en una situación, no sólo embarazosa, sino también realmente peligrosa para mantener tu puesto de trabajo. El miedo te ha ayudado.


Pero, ¿qué ocurre cuando ese temor es desmedido y experimentas miedo ante una situación irreal que sólo pasa en tu cabeza?


Aquí es donde el miedo deja de ser de ayuda y comienza a ser disfuncional porque te bloquea y limita de forma extrema llegando a inhibir comportamientos. Es como si te diera tanta vergüenza hablar con gente, que acabas aislándote sin hacer planes con otras personas.


Aquí, el miedo se ha convertido en tu enemigo, impidiéndote relacionarte de una forma sana y natural con la gente. No te está protegiendo de nada real, está reaccionando ante una situación inexistente auto generada por tu cabeza.


¿Qué síntomas tendré?

Los síntomas que puedes experimentar si sufres fobia social son los propios de la ansiedad con la particularidad de que aparecen ante situaciones sociales y de manera permanente en el tiempo, afectando a diversas áreas de tu vida.


A nivel físico:

Parece que el corazón va a estallar, te pones rojo/a de inmediato, te sudan las manos, mueves de forma incontrolada las piernas, te sientes mareado/a, te duele el estómago, etc.


Todos estos síntomas físicos y de los que seguramente te des cuenta según van apareciendo, pueden generarte aún más vergüenza porque comiences a pensar que los demás van a darse cuenta. Se crea así un círculo vicioso del que es complicado salir.


A nivel de comportamiento:

Conductas de evitación o de seguridad: evitas ir a una fiesta; evitas mirar a los ojos directamente a la persona; apartas la mirada cuando crees que van a preguntarte algo; utilizas gafas de sol en cualquier ambiente para sentirte menos expuesto/a, etc.


A nivel mental:

En tu cabeza aparecen todo tipo de pensamientos catastróficos que retroalimentan ese bucle con ideas como: “lo he hecho fatal van a pensar que soy tonto”; “me está mirando lo roja que me pongo”; “yo no tengo un tema de conversación tan interesante como él”; “será mejor que me quede en casa y así no lo paso mal”, etc.


No olvides que cada persona es un mundo y que no a todos nos sucede lo mismo, aunque estos síntomas de los que te hablamos suelen ser los más comunes.


¿Cuáles son las consecuencias?


Es posible que estés demasiado alerta, llegando incluso a mantener una actitud defensiva y que comiences a ser más consciente de tus propios comportamientos (notar más las pulsaciones, agobiarte porque sientes cuando empiezas a sudar, etc.) y de los demás , observando cada gesto del otro para evaluar si se está aburriendo, si te está ignorando, si presta atención a alguna parte concreta de tu cuerpo, etc.


Esto te lleva a compararte, a valorarte constantemente o a sacar conclusiones en función de la impresión que quieres dar y lo que haces o crees que estás haciendo. Es importante resaltar que esta autocomparación se da exclusivamente en tu cabeza, nadie que no seas tú, está comparándote con nadie.


Además, puedes llegar a evitar cada vez más y más situaciones en las que haya mucha gente, o en las que coincidas con alguien que te pone especialmente nervioso/a, e incluso que afecte a tu trabajo o a tus estudios al no querer por ejemplo, exponer un trabajo o proponer ideas, preguntar dudas, etc.


Esto va a repercutir de forma negativa en tus relaciones sociales de todo tipo: en el trabajo estarás más a la defensiva y comenzarás a interpretar de forma completamente subjetiva cualquier comentario de tus compañeros o jefes; con tus amigas y amigos, comenzarás a creer que todos los comentarios se refieren a ti y que ninguno es positivo, de manera que preferirás quedarte solo en casa a tener que enfrentarte con tanta crítica que, insistimos, está solo en tu cabeza.


Se genera un círculo vicioso en el que tus pensamientos negativos y autodestructivos llevan la batuta de tu vida, limitando cualquier interrelación presente o futura.


¿Cómo puedo cambiar esto?


Hay una serie de pautas que puedes comenzar a integra en tu día a día:


Ajustar las creencias distorsionadas que pueden estar conformando tu pensamiento haciendo que valores de forma equivocada lo que está pasando generándote malestar de forma casi constante.


Cambiar la forma en la que te ves a ti mismo/a siendo objetivo/a y pasando de un juicio que te infravalora a un juicio real y compasivo.


Siendo flexible ante la rigidez de tu mente, es decir, si sientes que eres perfeccionista en exceso y eso se convierte en exigencias del tipo “no me pueden notar nervioso/a nunca porque pensarán que soy débil”, estaría bien que intentaras relajar esa exigencia constante y observar objetivamente los comportamientos de los demás. Verás que ellos también se ponen nerviosos, que también sudan o se equivocan.


Este tipo de situaciones pueden sobrepasarte y no es sencillo implementar los cambios necesarios uno/a solo/a. Cambiar patrones de comportamiento es algo que no se consigue de la noche a la mañana, y las frases de "lo que crees creas" no ayudan.


Si te comprometes con lo que necesitas y aceptas ayuda, no lo dudes: en Quiero Psicología trabajaremos para generar recursos que puedas llevar siempre contigo y te permitan vivir sin temores.



Contacta con nosotras en el 652 573 501 o en quieropsicologia@gmail.com.También al final de esta página tienes nuestro formulario de contacto.

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